La mayoría de las personas
suelen “involucrarse” más no se “comprometen” con sus relaciones.
Es como si dejarán una parte
de sí en el intento, y es un riesgo que no todos asumirían o asumen.
Me parece
muy importante este tipo de virus, porque se difumina muy rápidamente y
contagia desde pocos a muchos.
Un ejemplo para explicar las diferencias entre
involucrarnos y comprometernos tenemos “la tortilla” al agregarle
los ingredientes la gallina pone el huevo y se va, la vaca es ordeñada, pone la leche, procesan el queso y se va, en
cambio que al cerdo para poder agregar el jamón deben quitarle una pierna, el se
“compromete” en la tortilla.
Esto hace la diferencia de
las relaciones el nivel de compromiso, lo cual a la larga permite sentir por
las personas o sitio en donde se establece la relación a lo que se llamaría
sentido de pertenencia.
El sentido de pertenencia significa arraigo a algo que
se considera importante, como las personas, cosas, grupos, organizaciones o
instituciones, que contribuye a alejar o atenuar la soledad, que hoy afecta a
los grandes conglomerados humanos, promoviendo insensibilidad, egoísmo,
desconfianza, y un sentimiento progresivo de inseguridad y… desamparo.
Integramos
países y comunidades, pero como individuos hemos ido distanciándonos y
perdiendo esa unión que nos hacía mejores padres, respetuosos hijos, amorosos
esposos, solidarios vecinos, y… buenos ciudadanos.
Así encontramos que no
importa ya el lugar donde se convive,
donde se comparte, donde se estudia, donde se trabaja, donde se recrean.
El
bombardeo constante de consumismo, vanidad desbordada, violencia sin límites,
indiferencia afectiva y… sexo grotesco, han producido sus resultados:
pragmatismo, cortoplacismo, irresponsabilidad, indiferencia afectiva y
religiosa; pero también han disminuido nuestra firmeza y sembrado en
nuestras almas profundos vacíos, difíciles de superar.
Esto está muy relacionado con el esquema de valores y el
desarrollo de la moral, cuesta mucho llegar a esa autonomía en la cual se
piensa en bienes para el común y no sólo para nosotros mismos.
Si no tenemos arraigo por
sentir que no pertenecemos a nada ni a ninguna parte todo se hace ajeno y,
progresivamente, se pierde el interés en lo que no nos afecta directamente; y
eso es contrario al sentimiento del amor
y la caridad que debemos a nuestros semejantes, cual reflejó Jesús en su
admonición: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Quienes aspiramos a una vida
feliz tenemos que luchar por conservar nuestro sentido de pertenencia,
que nos ayuda a mantener la cohesión humana, iniciando nuestro trabajo en ese
sentido en la familia, haciéndola más unida, comunicativa y participativa,
sobre la base del amor, la consideración, la aceptación, la buena
comunicación y el respeto.
El sentido de pertenencia fortalece el
sentimiento de que todos somos uno, que es como decir que al pertenecer a
este mundo que Dios nos dio por heredad, todos nos pertenecemos mutuamente y
por tanto debemos amarnos y socorrernos mutuamente.
Es
importante señalar que se debe cuidar no contaminar con nuestros propios
valores o conceptos morales a la hora de corregir en los que necesitan o
requieren nuestro apoyo como orientadores. La idea es que cada sujeto encuentre
su propio patrón y que este le permita convivir
en paz y en armonía con los demás, fortaleciéndose en conjunto.
El Virus De La Actitud.
http://www.youtube.com/watch?v=btgsgzUsin4
Las actitudes y sus cambios.
http://www.biopsychology.org/tesis_pilar/t_pilar06.htm